martes, 24 de mayo de 2011

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Ahora que los bodhisattvas duermen, ahora que los bikkhus no vienen ya a pedir su comida, descalzos a mi jardín.

Oh pretas, dejad que os amamanten los pechos sudados de las prostitutas, venerad a los borrachos que vomitan en los callejones húmedos de orina. Acunad a los niños sucios y oscuros que abandonaron en las acéquias. Besaos con las vocas de saliva ensangrentada.

No son para nosotros los suaves pétalos de los lotos de colores preciosos.
No es para nosotros los aromas sutiles del prado.

Ingenuos.

Para nosotros es el golpe mal dado,
el escupitajo
la risa humillante
el vómito en la cara y el navajazo.

Para nosotros la luna, no en el cielo, en los charcos.
Para nosotros el sol, no el que camina y alienta,
el que no se ve tras las rejas,
el que quema y seca.

Y si un día volviéramos a nacer,
si eso de verdad ocurriera.
Entonces sí, quizá entonces estaría la shanga sonriente,
los abrazos fuertes y los besos de saliva transparente.
Las manos límpias que se rozan estremecidas,
las miradas claras y las palabras suaves
que anuncian despertares.

Mienrtras, cortad mi carne y alimentaos,
cortadme y saciaos.
¿Es que no vale mi cuerpo putrefacto
lo que vale el abono en los campos?

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