jueves, 14 de noviembre de 2013

Skandhas

Skandhas es aquello que siento. Skandhas una voz, una mirada son skandhas. Skandhas son unas manos. Tu olor es skandhas. Mi habitación son skandhas, unas palabras skandhas míos. Tu ropa son skandhas, skandhas el jersey morado. Montones, agregados al amanecer. Skandhas húmedos, brillantes, skandhas rojos, labios y manos cálidas son skandhas. Skandhas andando a tu lado. Skandhas te miraba. Agregados discutimos. Montones nos reímos. Son skandhas el pelo, los ojos, los besos, el calor de tu mejilla. Skandhas me explican que no existes, Skandhas si lo veo y skandhas si no lo veo. Skandhas un aire, un viento, apenas una brisa. Agregados, algo efímero y transitorio, un acumulo de algo. Algo que pasa. Y sin embargo…………… Ahora…………………………………………………..respiro. Y los peces.

martes, 28 de mayo de 2013

tres venenos

TRES VENENOS
Un hombre sentado bajo un árbol en profunda meditación, la primera luz del alba asoma por el horizonte. Una sensación, como un crujido continuo, un sonido hondo, grave, telúrico; abre los ojos. Ante él un disco que empequeñece todo el paisaje a su alrededor, gira cubriendo todo el cielo, haciendo temblar toda la tierra.
Parecería más bien que el horizonte entero se curvara creando un disco al que la vista no podría cubrir en una sola mirada. En el centro de ese disco un eje lo hace girar, constante, lo hace girar. Crepitando, toda la fuerza del universo hace girar la gran rueda. En ese eje un gallo le muerde la cola a una serpiente, ésta le muerde la cola a un cerdo y el cerdo le muerde la cola emplumada al gallo, forman un círculo que hace de eje motor de todo el movimiento.
Con los ojos entreabiertos observa los grabados del eje, el gallo sudando, tembloroso ante una pantalla, buscando un momento para estar satisfecho, abraza montañas de papeles, siempre arrastrando un mazo de llaves que apenas puede mover. Observa la serpiente, desconfiada, lanzando veneno a cualquier cosa que se mueve, mordiendo ramas, arrastrándose para no dejar huellas va dejando una, profunda e inconfundible. Susurra en un habla confusa, todo lo va tocando y analizando buscando calor para su fría piel.
Su mirada acaba posándose sobre el cerdo, buscando con el olfato algo que tragar, el hocico pegado a tierra hace que las orejas le caigan sobre los ojos sin dejarle ver. Le ve festejando y engullendo, esperando acabar para irse a engullir.
Los sentidos abarrotados no le dejan distinguir un tubérculo de una bellota. Sonríe a la cámara, se va al gimnasio y luego la recoge en su coche. Algo tenía que hacer, pero no acierta el qué.
Se le antojaban tan distintas estas imágenes, tan simples, tan totalizadoras.
-La extinción total de estas tres imágenes es lo que he hecho, eso es lo que me ha pasado-.
Un gallo, una serpiente y un cerdo, la avaricia, el odio y la ignorancia.
El alba continuaba sus lavados haciendo el cielo cada vez más claro, como una mente que se desembaraza de toda motivación y va iluminándose.
Lentamente se pone en pie, justo cuando todo el cielo comienza a ponerse rojo en unas ascuas que abarcan todo lo que antes abarcaba el disco. Se da cuenta que ya nada va a ser lo mismo, de que sienta o viva lo que esté sintiendo o viviendo no encuentra palabras que acierten a describir apenas el nuevo momento de la existencia.
 Se da cuenta de la improbabilidad de poder explicar la negación, la extinción de un gallo, una serpiente y un cerdo como la totalidad de la motivación de la vida. La extinción de Dukka.

Llevaba días caminando y decidió descansar en un campo de mangos, hacía ya tiempo que no era tan consciente de su extraña imagen, un inglés vestido de monje budista por tierras de algún punto del norte de la India. Su compañero, un nativo que daba credibilidad a la pareja de caminantes le miraba abstraído, a veces refunfuñando de mal humor. –¡El inglés se miraba al espejo!- o mejor dicho, estaba mirando a cuatro espejos sucesivamente. El nativo se le acercó despacio por su espalda, se asomaría justo para ver lo que reflejaban esos espejos, en un momento que le pareció apto para la sorpresa se irguió sobre el hombro del inglés y se asomó por primera vez al disco. Se vio así mismo roto de dolor mirando a un amigo de la infancia, éste hablaba sonriente ante mucha gente y se veía a sí mismo sentado entre esa gente, deseando empujar y sentarse donde estaba su amigo, sudaba, se dolía de amargura y de rabia mordía el pie de sí mismo pensando cómo hacer desaparecer a todos los que tendrían lo que él quería, cerraba el mentón como si pudiera triturar así a cualquiera que impidiera sus deseos, incluso a sí mismo y de rabia mordía el pie de él mismo tumbado boca arriba, mirando sin ver un techo vacío y engullendo constantemente todo lo que se le ponía en frente, intentando recordar qué quería hacer y no encontrando más respuesta que una nueva tanda de cosas que engullir, quiso hablar y apenas le salió un ronquido y de rabia mordió la cola de un gallo.
De un salto el nativo se echó atrás, fuera de la visión del espejo.
-Esas son las cosas que no quiero ser-
-¿Es eso lo que te ha pasado?- preguntó el inglés sin apartarse del espejo.
-Sí, estaba celoso como un gallo, haciéndome hervir la sangre y arrebatándome un odio mortal como parece poseer a la serpiente e ignorante sólo podía atender a saciar cualquier apetencia sin poder ver más allá de la estancia donde estaba, apenas podía llegar a las ventanas, andando a cuatro patas sin guardar ya ningún equilibrio. Empujando las cosas con el morro como los cerdos.
-“Hemos visto como somos realmente, en nuestro estado menos desarrollado; lo aceptamos y de allí partimos”-(1).
La tarde fue dando colores más cálidos a las hojas, los tallos, los frutos de los mangos, aquel bosquecillo fue tomando un calor que ellos supieron reconocer en una larga meditación donde se alejaban, todavía revueltos en su cazar de colas, tres animalillos comunes, rodando en el eje de cuatro espejos concéntricos que reflejan el estado en el que nos hallamos, reflejan tres ampollas que gotean un veneno que afecta a nuestra visión y por lo tanto nuestro caminar se hace tambaleante e indeciso.
(1)”El Budismo: La enseñanza y su práctica” (pag 80)
Sangharákshita


En realidad sólo venía a explicar cuál era la manera de iluminarse y qué era estar iluminado.
Así de fácil, él parecía tener la fórmula. Aquel hombre mayor pero de mirada vigorosa que hablaba de la Grecia clásica con especial emoción, mucho más que de sus peregrinaciones por la India, conocía la manera de estar iluminado y nos la iba a decir.
La sala de meditación grande estaba expectante, todos sonreímos mientras él se sentaba y en un suave inglés nos daba las gracias, parecía sorprenderse divertido por algunas reverencias.
Comenzó a hablar, interesante, divertido, didáctico, pero los minutos pasaban y no decía nada sobre la iluminación.
Algunos nos mirábamos cómplices. La charla parecía acabar y todavía no había dicho nada relacionado con la fórmula magistral de encontrar la iluminación. Al fin, cuando parecía que ya nada diría alguien levantó la mano y dijo:
-¿Y la fórmula de la iluminación?-
El quedó tan perplejo que su cara hizo estallar risas en toda la sala. Y como repitiendo algo archisabido fue soltando la frase:
-Sólo debes extinguir el odio, la avidez y la ignorancia-
-¿Ya está?-        -Ya está-                                                                                           

miércoles, 3 de abril de 2013

Mindfulness

Mirar, navegar,
despacio, muy despacio.
Remar, dejarse llevar,
el aire inflamando los lienzos,
el mar abriéndose bajo mí,
avanzar, volar, navegar.
Flotando, fluyendo.
Despacio, muy despacio.
Andando sobre el mar,
remando, avanzando, volando.
Despacio, muy despacio.
Parar, mirar, ver, remar otra vez,
deslizarse por la piel del mar.
Despacio, muy despacio.
Sobre el mar.

sábado, 23 de febrero de 2013

IRA

La furia, la ira, ¿queremos extinguirla? El lobo nos causa problemas en nuestro ganado, afecta nuestra seguridad, y no sólo lo echamos de los montes colindantes, lo hacemos desaparecer de cualquier parte, contamos historias y lo conceptualizamos, lo extinguimos. Con el tiempo nos damos cuenta que lo necesitamos, nos falta, era parte de nosotros y las cosas ya nunca serán iguales.
¿Cómo expresar que algo no nos gusta de forma instintiva y auténtica?   “-¡Oye! A mí no me hables así-“ Cuantas horas de malentendidos y sufrimiento ahorra el expresar auténticamente nuestros sentimientos.
Es la ira con odio la que nos parece poco estética y autodestructiva, es esa ira la que nos quema quizá más que a la persona a la que va dirigida. Pero expresar el enfado es casi un deber de la comunicación veraz. Es señal de que no nos escondemos y expresamos realmente lo que sentimos. Hacerlo de forma eficaz, auto definitoria y no agresiva es el arte de la comunicación. Buscando ser hábil y creativo, pero que se note que estoy en desacuerdo, enfadado, muy enfadado.

domingo, 20 de enero de 2013

comunicación

Si, fue poco después de mudarme con mis padres al nuevo barrio, yo no conocía a nadie y ella se pegó a mí, yo no podía ser otra cosa que amable. Ella era, era, no era tanto lo fea que podría resultar sino un sutil nosequé que hacía desagradable mirarla. La boca como caída hacia la derecha, le daba una expresión grotesca de alegría y tristeza a la vez, en el ojo izquierdo un párpado mal alineado con el compañero se dejaba caer de forma inconsciente dejando un vago guiño hecho sin ganas. Su nariz era la de una persona mayor implantada en un cuerpo infantil, con sus puntos negros y su perfil marcado y sobresaliente del rostro.
Ella me contaba sus sueños, ella, antes de empezar, me hacía prometer que le dijese la verdad, que no tenía mejor amigo ni con más confianza. Yo movía la cabeza de forma afirmativa.
Ella quería ser modelo, pero no solo por exhibirse, modelo de alta costura y quizá luego, saltar al cine.
Me miraba fijamente y me preguntaba solemne haciéndome ver que admitiría críticas. -¿crees que lo conseguiré?-
¿Yo? Yo miraba hacia el suelo moviendo la cabeza de forma negativa y a medida que subía la cabeza y la miraba a la cara iba aprovechando todos mis gestos para parecer sorprendido y acabar diciéndole un -¡pues claro que sí!-
-¿Y qué pasó?-
-¿Qué pasó?-
-Sí, con tu amiga, ¿qué fue de ella?-
Ah, años más tarde se presentó a unas pruebas para un agencia de modelos, con dieciséis años ya se podía presentar y falsificó las autorizaciones paternas. Yo me negué en redondo pero de alguna manera me vi envuelto en tener que acompañarla, se había vuelto muy hábil, estaba claro que iba a por todas era su sueño. Estaba muy nerviosa, muy ilusionada, no paraba de hablarme.
Al principio solo eran miradas fijas, luego alguna sonrisita. Sólo yo me daba cuenta, era disimulado, pero eso duró poco, era ya casi inevitable que ella se diera cuenta. Alguien que no se había percatado se topaba con ella y una expresión de sorpresa en su cara no dejaba lugar a dudas, comencé a sentirme mal cuando algunas caras ya reflejaban asco. Algún despistado creyó que era una broma que precisamente partía de mi amiga, una especie de protesta feminista o una forma de autopropaganda de alguna humorista, y salió el primer chiste cruel, la tensión de la prueba y el tiempo de espera hicieron que la gente quisiera relajarse un poco y aquello fue convirtiéndose en una chanza, en un concurso de crueldad ingeniosa.
La miré, ella ya no miraba nada, los ojos en un vacío de terror, y se desplomó. Yo creo que simplemente se rompió.
-¿se recuperó?-
-Oh, sí, estuvo haciendo yoga y terapias, estuvo en un grupo de apoyo, se hacían seguimientos de su caso, levantó cabeza, parecía más madura, mas entera, pero ya no volvimos a vernos-.
Una mañana su madre la encontró en su cama bañada en su propia sangre, no sabía que podía haber tanta sangre en el cuerpo de su hija.
Años más tarde le conté esta historia a mi esposa, la miré fijamente invocando su sinceridad, su ayuda, -¿Crees que yo la maté?-
Ella  bajó su cabeza moviéndola como asintiendo y conforme la subía y nuestras miradas se cruzaban me dijo -¡pues claro que no!-