domingo, 20 de enero de 2013

comunicación

Si, fue poco después de mudarme con mis padres al nuevo barrio, yo no conocía a nadie y ella se pegó a mí, yo no podía ser otra cosa que amable. Ella era, era, no era tanto lo fea que podría resultar sino un sutil nosequé que hacía desagradable mirarla. La boca como caída hacia la derecha, le daba una expresión grotesca de alegría y tristeza a la vez, en el ojo izquierdo un párpado mal alineado con el compañero se dejaba caer de forma inconsciente dejando un vago guiño hecho sin ganas. Su nariz era la de una persona mayor implantada en un cuerpo infantil, con sus puntos negros y su perfil marcado y sobresaliente del rostro.
Ella me contaba sus sueños, ella, antes de empezar, me hacía prometer que le dijese la verdad, que no tenía mejor amigo ni con más confianza. Yo movía la cabeza de forma afirmativa.
Ella quería ser modelo, pero no solo por exhibirse, modelo de alta costura y quizá luego, saltar al cine.
Me miraba fijamente y me preguntaba solemne haciéndome ver que admitiría críticas. -¿crees que lo conseguiré?-
¿Yo? Yo miraba hacia el suelo moviendo la cabeza de forma negativa y a medida que subía la cabeza y la miraba a la cara iba aprovechando todos mis gestos para parecer sorprendido y acabar diciéndole un -¡pues claro que sí!-
-¿Y qué pasó?-
-¿Qué pasó?-
-Sí, con tu amiga, ¿qué fue de ella?-
Ah, años más tarde se presentó a unas pruebas para un agencia de modelos, con dieciséis años ya se podía presentar y falsificó las autorizaciones paternas. Yo me negué en redondo pero de alguna manera me vi envuelto en tener que acompañarla, se había vuelto muy hábil, estaba claro que iba a por todas era su sueño. Estaba muy nerviosa, muy ilusionada, no paraba de hablarme.
Al principio solo eran miradas fijas, luego alguna sonrisita. Sólo yo me daba cuenta, era disimulado, pero eso duró poco, era ya casi inevitable que ella se diera cuenta. Alguien que no se había percatado se topaba con ella y una expresión de sorpresa en su cara no dejaba lugar a dudas, comencé a sentirme mal cuando algunas caras ya reflejaban asco. Algún despistado creyó que era una broma que precisamente partía de mi amiga, una especie de protesta feminista o una forma de autopropaganda de alguna humorista, y salió el primer chiste cruel, la tensión de la prueba y el tiempo de espera hicieron que la gente quisiera relajarse un poco y aquello fue convirtiéndose en una chanza, en un concurso de crueldad ingeniosa.
La miré, ella ya no miraba nada, los ojos en un vacío de terror, y se desplomó. Yo creo que simplemente se rompió.
-¿se recuperó?-
-Oh, sí, estuvo haciendo yoga y terapias, estuvo en un grupo de apoyo, se hacían seguimientos de su caso, levantó cabeza, parecía más madura, mas entera, pero ya no volvimos a vernos-.
Una mañana su madre la encontró en su cama bañada en su propia sangre, no sabía que podía haber tanta sangre en el cuerpo de su hija.
Años más tarde le conté esta historia a mi esposa, la miré fijamente invocando su sinceridad, su ayuda, -¿Crees que yo la maté?-
Ella  bajó su cabeza moviéndola como asintiendo y conforme la subía y nuestras miradas se cruzaban me dijo -¡pues claro que no!-